Asturias tiene una de las tasas de suicidio más altas de Europa: cada año, alrededor de 150 personas se quitan la vida en un territorio de únicamente un millón de habitantes.
Los suicidios se consuman en paisajes de muy diversa índole como acantilados, aldeas remotas, embalses... pero, sobre todo, en puentes y viaductos. La región cuenta con más de 1500 y, debido a su estructura, se erigen como instrumentos colaboradores en estas muertes.
La crisis de la minería dejó en paro a varias generaciones acostumbradas a una vida abundante en excesos. El dinero desapareció pero las adicciones se quedaron. Muchos se suicidaron con un elemento común: un viaje fatal desde las montañas hasta el mar, del verde al azul, para finalizar sus vidas sin límites en el horizonte. Una expresión local alude a la depresión que sufrieron tantos mineros tras su jubilación forzosa: “tener una vaca en el pasillo”.